jueves, 18 de octubre de 2012

                 
             MALAS DECISIONES ACARREAN MALOS SUEÑOS
      


                    Me encuentro sólo en una cama de hospital, todo desaliñado, dado pa' los perros, me levanto y veo la luz del pasillo, ésta nubla mi vista con gran rapidez de modo que la cierro. Por mi mente, pasaban millones de procesos de entendimiento, las sinapsis empezaban como kamikazes a estrellarse con otras dentro de mi cerebro. 

                    Sin tregua, mi subconsciente comienza el camino por la supervivencia y lo primero que reclama es agua, que al entrar al baño y jalar el grifo abundaba, podía sentirla navegando dentro de mi sistema, alimentando, hidratando y regresándole la vida que había casi perdido hace rato. Luego, una voz ensordecedora  me conmociona es la de una enfermera gritando a todo pulmón: ¡Doctor, está vivo!, ¡está vivo!, otra vez veo a la oscuridad teñir mis ojos y caigo al piso, sumergido en un sueño donde ni hasta el más fuerte de los ruidos puede obligarme a despertar. Es algo curioso esto de los sueños, varios profesionales de la materia dicen que pueden ser utilizados como portales a otros mundos (mundos creados por el propio subconsciente) donde puedes resolver tus dilemas existenciales o los traumas de la niñez con tan solo volver a ese momento para reflexionar de los hechos, algo parecido me sucedió luego de ese confuso despertar en el hospital, aparezco en una ciudad, (no puedo decir con exactitud cual) gigantesca tiene vayas publicitarias en todos lados, millones de carros que adornan las calles, las personas agresivas como parte del paisaje natural.

                    Al frente de mi, hay un niño, me mira con sus ojos color azabache. Blanco como la nieve, al verlo no sé qué hacer, sus ojos van como dos navajas a mi corazón, su mirada dice más que mil palabras, él quiere verme cruzar la calle. Pero no puedo, millones de automóviles van a toda velocidad por la avenida, la intensidad de su mirada aumenta con el paso del tiempo. La agonía del desespero supera a la lógica y al buen sentido común, haciendo que mis pies se muevan en sentido del niño y los automóviles sorprendentemente, ningún auto logra dar conmigo, cuando caigo en cuenta ya estoy del otro lado de la avenida y el niño agarra mi mano, me lleva hasta un extraño parque teñido hasta el tope de nieve, estaba nevando y me señaló con su dedo un punto rojo, un sitio donde se podía notar se había llevado un asesinato. La nieve estaba espesa por la cantidad de sangre que este desafortunado ser había expulsado de su cuerpo. El pequeño misterioso, me jaló hasta abajo para decirme en el odio:"Cava" una simple palabra compuesta por cuatro letras que habría de transformar mi sueño a una pesadilla, cumpliendo las ordenes encomendadas introduje mis manos en la helada nieve para comenzar a "cavar" la nieve al cabo de pocos segundos mi ropa y mi rostro estaban cubiertos de sangre, no disfrutaba este hecho, pero seguía sin parar, la curiosidad podía más que mi sentido común al llegar al fondo había un semi-umbral  de sangre podía sentir un cuerpo. El momento de la verdad había llegado, con las mayores fuerzas que me quedaban y con mis dedos llenos de quemaduras por el hielo hice emerger este cuerpo solo que al salir.. No era otra persona, más que yo. 

                    Me horroricé al verme dentro de ese umbral en el que mi propia sangre había servido de tumba gélida para mi cuerpo, al mirar arriba note que al umbral lo había convertido en un pozo donde solo podía sentir la frialdad en la mirada de aquel niño, que con sus ojos azabache aunque ya no se les apreciara por la obscuridad contenida en el lugar, se podía sentir la tensión de su mirada, asechando, esperando, queriendo hacerme entender algo importante... Ese algo importante, era la forma en cómo llevaba de mi vida, una vida de vicios, placeres mundanos, que solo envenenan y destruyen el alma. Era como una lección, un golpe directo a mi mandíbula, indicando que la vida elegida por mi. sólo me llevaría de modo más veloz al fin de la ruta. La muerte. 

                   En ese momento desperté de nuevo, con mis seres queridos, no tenía idea de qué había sucedido. Mi madre llorando, pero no de la tristeza si no de la alegría, mi padre abrazándome, mi familia, dándome el calor necesario para poder salir hacia delante. Todo esto fue causado porque caí en un cuadro depresivo,  por todas las malas decisiones tomadas y la soledad tan grande que estas habían arrastrado, el niño no era otra cosa más que la razón y conciencia presente en mi, el umbral que poco a poco se fue transformando en abismo fueron las malas decisiones tomadas que conllevaron a mi soledad y el final del abismo, mi cuerpo bañado en sangre, fue el futuro que estaba por venir.

                  De ese modo , los sueños, aunque a veces tengan un contexto macabro, al final solo quieren mostrarnos lo que en realidad somos y en lo que podemos terminar. Entonces... ¿Qué esperas?, ponte a soñar. 

-Alirio Rondón-

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